lunes, 24 de mayo de 2010

Presentación del olvido


Mañana, 25 de mayo, presentaré en la Universidad de New York el libro de poesía Presentación del olvido, publicado por la editorial Malecón. Dos breves comentarios, donde se anuncian la dirección y otros detalles del evento, coordinado por el escritor y crítico literario Enrique del Risco, pueden verse aquí y aquí. La imagen de la portada es de Sandra Ramos. Incluyo -sin el espaciado original- uno de los poemas relacionados con Japón.


Los cementerios

No ha cesado la lluvia; desde la oscura veranda del santuario los
jardines parecen disolverse; y hacia la tarde, poco queda ya por
descubrir de su cuidada indiferencia.

La discreta torcedura de las ramas, las sogas invisibles que comban
los arbustos, los pasos desgranados en guijarros, se distinguen
con la misma claridad de su ficción.

Lejos de los portones, las luces tempranas de las casas del fondo
demoran la silueta de las tumbas, de las tablillas escritas que
dan a sus ventanas.

No es demasiado el peso de la lluvia; sobre las tejas pavonadas o
ceniza corren hilos de agua que tardan en caer sobre otras tejas
rotas, amontonadas en el suelo.

Un tiempo acaso, que diríase inmóvil, aísla cada hoja, cada poro de
tierra, cada gota deslizada en las rendijas y los hace brillar por
un instante, como si nada más hubiera.

Un mismo tiempo en el que todo parece recortado de algún paisaje
enorme, de alguna cordillera filtrada por la niebla, sin envés y
sin sombra

un paisaje distante donde apenas se vislumbra construcción o aliento,
o un sólo trazo desvaído y breve iluminando el techo de una
casa en las faldas.

Detrás de la veranda alguien habrá de estar, o nadie; de las puertas
cerradas, del opaco esmeril de los cristales, sólo se advierte el
reflejo de la lluvia.

En las urnas, al pie de los sepulcros, se compacta la arena ennegrecida por los restos de incienso, y algo de pétalos y barro da
en flotar en la boca de los tiestos vacíos.

No hay estatuas, ni bustos, ni mármoles crispados, sólo volúmenes
geométricos pulidos en piedra, casi mudos, casi repetidos, inútiles
para la pasión o el sufrimiento.

Dispersas, se humedecen también imágenes de dioses, en roca y
musgo o bronce bien gastado, y en los rincones, llaves de agua,
baldes, mangueras, cazos para limpiar las tumbas.

martes, 18 de mayo de 2010

Entrevista a Kichiro Ogaki

Publicada ahora en el último número (36, 2009) de la revista México y la Cuenca del Pacifico, del Departamento de Estudios del Pacífico de la Universidad de Guadalajara, la entrevista a Kishiro Ogaki formó parte de un ambicioso e inconcluso proyecto: reunir las memorias de los especialistas hispanoamericanos en estudios de Japón y de los especialistas japoneses en estudios de Hispanoamérica. Me movía a ello tanto el interés académico —trabajaba a la sazón en mi tesis de doctorado en la Universidad de Tokio— como el interés periodístico por un tema que, todavía hoy, carece de crónica. Fue realizada en la ciudad de Kyoto, hacia 1999, y tal vez Ogaki recuerde la fecha, el lugar exacto. He suprimido las preguntas, innecesarias para mí, en un relato tan fluido y tan revelador de la simpatía y el humor de Ogaki. No obstante, para mis propósitos aún la sigo considerando el borrador de otra entrevista mayor.

Kishiro Ogaki es Doctor en Historia por la Universidad de Navarra y por El Colegio de México. Figura como especialista principal en muchos de los capítulos sobre Hispanoamérica que han aparecido en diversas enciclopedias, y está entre los responsables de la edición de uno de los diccionarios español-japonés más consultados. Tiene, además, una Historia de la Constitución española de 1845, un ensayo sobre El Ayuntamiento de la Ciudad de México durante la guerra de independencia, y una Historia de México y Japón del siglo XVI al XIX. Y traducciones que representan un hito para el conocimiento de México y Latinoamérica en Japón: la Relación y noticia del reino de Japón, de Don Rodrigo de Vivero; el Viaje de la comisión astronómica mexicana al Japón, de Francisco Díaz de Covarrubias y Siglo de Caudillos, de Enrique Krauze. En la época de la entrevista fungía como Director General de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto, donde actualmente continúa como profesor. Antes había sido Coordinador del Centro de Estudios Mexicanos y Jefe del Departamento de Estudios Hispánicos de la misma universidad. Ha sido condecorado con las órdenes Águila Azteca e Isabel la Católica.


Entrevista a Kishiro Ogaki

Ante todo, tengo que decirte que yo le di la vuelta al mundo. Yo era un muchacho muy inquieto y siempre me gustó mucho viajar. Desde que estaba en el bachillerato. Así que cada vez que tenía tiempo libre lo aprovechaba para ir aquí o allá, es decir, me la pasaba viajando, yendo por todo Japón, desde Hokkaido hasta Kagoshima. Por eso, cuando más o menos terminé de recorrer desde el extremo norte hasta el extremo sur del archipiélago, me dije: “ahora quiero conocer otros países”. Entonces se me ocurrió dar la vuelta al mundo. Y compré un boleto para un barco francés que salía del puerto de Kobe y llegaba hasta Marsella, pero que también tocaba muchas otras ciudades: Yokohama, Hong Kong, Saigón, Singapur, Colombo, Bombay, Djibuti, Portside: 30 días en barco. De Marsella di una vuelta por Europa, y luego me fui en tren a España, donde estuve casi un mes y, finalmente, a Lisboa, desde donde tomé un avión hacia Nueva York. Después pasé por Canadá, Los Ángeles, México y otra vez Canadá. Y de allí, desde Vancouver, regresé por una ruta que llegaba a Tokio a través de Honolulu. En resumen, 32 países en 112 días. Es decir, casi la vuelta al mundo en ochenta días. Con 21 años.

Eso fue en 1965. En aquel momento el dólar estaba a 360 yenes. Y sólo se nos permitía sacar 500 dólares. Quinientos dólares, es decir, nada. Pero por mi cuenta yo conseguí cerca de 2,000 ó 2,500 dólares. Como yo era estudiante, no tenía dinero pero sí tiempo de sobra. Entonces me puse a enviar tarjetas postales a mis amigos. A cada uno de los amigos que habían estado conmigo desde el kindergarten hasta la universidad. En las tarjetas les explicaba lo que intentaba hacer, y les pedía que, de ser posible, colaboraran para mi empresa. Entonces todos me empezaron a mandar cheques o efectivo. Así que en cuestión de un mes pude reunir los yenes necesarios para comprar el pasaje. Lo curioso es que para agradecerles no pude hacer otra cosa que volver a enviarles una postal, que costaba cinco yenes en aquel entonces. A esa colecta se sumó una cantidad con la que me ayudaron mis padres. Pero aun así, para la magnitud del viaje que intentaba hacer todo ese dinero resultaba insuficiente. Como tú sabes, lo que más te cuesta es el gasto de alojamiento, quedarse en un hotel es lo más costoso. Por eso, ya una vez que estaba viajando empecé a hacerme de amigos en cada parte del mundo, hombres y mujeres. En España, Portugal, India, Estados Unidos, México. Por ejemplo, el amigo de México era un caso muy particular. Era un señor millonario que tenía una compañía farmacéutica y que vivía en Lomas de Chapultepec; íntimo amigo del presidente del hotel New Otani, de Tokio. Su casa era impresionante: sirvientas, alberca, dos y tres coches; en fin, una residencia de gente de dinero. Y eso para un japonés, especialmente para un estudiante japonés de la década de los sesenta, que es cuando Japón comenzaba a acelerar su desarrollo económico, era algo sensacional. Un día le dije a ese amigo que me gustaría conocer un poco más el país, y él me contestó: “Muy bien. Mañana nos vamos a Guadalajara”. Y yo pensé que iríamos en autobús, pero nos fuimos en Mexicana. Recuerdo, incluso, que en aquel momento Mexicana usaba un avión británico, Comet, que luego lo descontinuaron porque tenía problemas en el motor. Y bueno,todo eso era más que maravilloso para mí, era como un sueño.

Continuar aquí:
http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/pacifico/revista36/6emiliogarcia.pdf

lunes, 17 de mayo de 2010

Jardín japonés, jardín cubano



En relación con el post anterior, y específicamente con sus dos últimos párrafos, Amaury García Rodríguez me envía estas imágenes de las instalaciones del artista cubano Carlos Garaicoa para la Sexta Bienal de La Habana, celebrada entre mayo y junio de 1997. La primera se titula "Jardín japonés" y toma como referencia el karesansui ; la segunda, "Jardín cubano", y lo que toma como referencia está de más decirlo.

Con respecto al término "jardín japonés" únicamente quisiera observar que, independientemente del modo en hayan sido recreados, no existe un sólo tipo o estilo; el del Jardín Botánico Nacional parece caer, por ejemplo, en la categoría de kaiyuushiki teien o, acaso, más estrictamente, en la de chisen kaiyuushiki teien. (Particularmente en la recreación del karesansui, una de las piezas contemporáneas más afamadas es la realizada por Arakawa Shusaku y Madeline Gins dentro de su amplio proyecto Reversible Destiny)

El "Jardín cubano", por su parte, ha sido excelentemente comentado y ficcionado por Antonio José Ponte en Un arte de hacer ruinas, La fiesta vigilada y el documental Arte nuevo de hacer ruinas. Y teorizado (involuntariamente) por Kevin Lynch en Echar a perder. El tema toca algo que he venido trabajando colateralmente desde la optica de la cultura visual: la imagen no convencional en los imaginarios (oficiales o no) de la ciudad, asi como la inclusión de la vulnerabilidad y el riesgo como categorías habituales para el análisis de cualquier imagen arquitectónica y urbana.  

domingo, 16 de mayo de 2010

Jardín Japonés de La Habana


Reproduzco el post de hoy de Rebeca Monzo en su blog Por el ojo de la aguja. Presumo que el Jardín Japonés de La Habana al que se refiere ha de ser el que se encuentra dentro del Jardín Botánico Nacional [ir a la barra a la derecha de esta página], pues, salvo que exista un tercero (o varios más), el otro jardín japonés o parque japonés conocido es el del actual Restaurant 1830, diseñado en las primeras décadas del siglo XX por, si no me equivoco, Jorge Julián Carpentier, padre de Alejo Carpentier. De la sección dedicada al Jardín Japonés en esa página del Jardín Botánico Nacional, y entre otros interesantes datos sobre su construcción, nos enteramos que “Desde el punto de vista paisajístico [el jardín] incorpora de acuerdo a la técnica "shakkei", las lomas conocidas como "Tetas de Managua" como eje visual para la contemplación del jardín (...)"; y también del discurso inaugural de Fidel Castro el 26 de octubre de 1989, endulzado con la misma retórica de que los japoneses son esforzados y sabios, y que Cuba tiene mucho que aprender de ellos (evidentemente, todavía no lo ha hecho). La foto con la que encabezo este post y las que aparecen al final están tomadas de ese sitio web. Si el jardín japonés sobre el que cuenta la conocida de Rebeca es efectivamente éste -la escultura o el "totem" bien podrían referirse a esa escultura que estiliza lo que popularmente se conoce como "pagoda"- probablemente las imágenes estén muy lejos de reflejar su estado actual.

De nuevo, en una reunión de amigos, unos de los presentes, contaba que este viernes pasado, había asistido a una conferencia, en la Casa de Asia, en el centro histórico de nuestra ciudad, dada por un japonés, sobre jardines en su país. Dicha conferencia estuvo enriquecida con las imágenes proyectadas de los magníficos jardines y paisajes de este hermoso país asiático.

Al terminar la misma, el conferencista de marras, expresó su deseo de acudir él y la delegación de inmediato, pues no disponían de espacio en la agenda, al jardín japonés nuestro, ya que ellos recordaban, que cuando fue proyectado el mismo, Japón cooperó con el diseño, e inclusive había donado una escultura, casi sagrada, que suele colocarse como símbolo en estos jardines.

Ahí mismo, se formó el corre- corre. Llamadas urgentes por celular, desde la Habana Vieja a Calabazar, para que prepararan condiciones, ante la inminente visita. De más está decir que, cuando llegaron al lugar, todavía los empleados del mismo estaban, escoba en ristre, dando los toques finales para recibir a tan honroso comité.

Mi amiga, que integraba parte de la representación de nuestro planeta, quedó horrorizada, asumiendo vergüenza ajena, ante el espectáculo que observaban sus ojos. El jardín estaba en un total estado de abandono, ya ni era la sombra de aquél que un día fue. El tótem estaba dañado, como si un loco hubiera cogido una mandarria, para descargar su enojo contra el mismo. Ella no se atrevía a hacer ningún comentario, como tampoco, mirar a la cara a los japoneses. Salieron en silencio y así continuaron el viaje de regreso.

Más tarde, alguien comentó, que los japoneses habían expresado el deseo de hacer un jardín cubano en su país. Entonces mi amiga habló. -Ya tengo en mente el diseño-,

Dijo. Me imagino, un gran solar, con todo tipo de matojos creciendo a su aire, unas cuantas latas, envases de cartón vacíos y bolsas plásticas, diseminadas por doquier,algunos excrementos de animales y, un hermoso letrero que diga se puede pisar el césped-



Cuchillos japoneses


Desde el pasado dos de mayo, el periódico La Vanguardia promociona, con su edición dominical, un set de cuchillos japoneses. Desde el famoso santoku hasta cortantes para quesos y un afilador. Aunque la atractiva animación de preventa en la página electrónica del periódico parece haber desaparecido, el anuncio mantiene los detalles de las virtudes de cada hoja (aparte, claro está, los mecanismos de venta). Como muchos otros instrumentos, herramientas y productos de la cultura material para uso cotidiano, la forja de cuchillos (que tiene en la ciudad de Seki su más preciado cuartel) ha sido asentada también desde una perspectiva estética. Aparte de la mítica excelencia de las hojas japonesas, ampliamente representada o imaginada desde una impoluta espiritualidad de producción y uso de la katana (la pacientísima fragua, primero, y el corte habilidoso por un "samurái-zen", después), los cuchillos nipones parecen responder a otra mística contemporánea: la de complemento de la exquisitez de una cocina japonesa tal como se ha sublimado en occidente y que se da a entender como la nouvelle cousine por excelencia. No está de más decir que la selección de platillos japoneses que aparece en nuestros restaurantes, por más deliciosos que estos sean, no suple en modo alguno el sabor de muchas otras comidas populares que se pueden disfrutar en Japón y que, personalmente, prefiero.

Desconozco si los cuchillos promocionados por La Vanguardia, de uno a cinco euros, tengan la afamada calidad de los Kyocera (con sus cuchillos de cerámica), los Misono o los de otras marcas cuyos precios oscilan entre 6000 y más de 50 000 yenes. Pero conque puedan hacer, sin mellarse, lo que aparece en los siguientes videos será, sin duda, una buena inversión.



viernes, 7 de mayo de 2010

Pabellón japonés, Shanghai 2010



Pabellón japonés en la recién inaugurada Exposición Internacional en Shanghai (la anterior, hace cinco años, tuvo lugar en Aichi, Japón). La página oficial del pabellón despliega un sinnúmero de interesantes detalles del proyecto. Salvo por el particular de las relaciones con China, los títulos de los espacios de exhibición resumen los mismos tópicos modernos de espíritu-en-la-naturaleza y tecnología-del-futuro -con la obvia correción contemporánea de sostenibilidad y ecología de esta última- a través de los cuales se ha visualizado Japón desde la segunda mitad del siglo XX. Quizás, para quien ha podido constatar de primera mano la cotidianeidad en las innovaciones tecnológicas en el sector de los servicios, así como la calidad de éstos dentro de Japón, las muestras del pabellón ya no conlleven el asombro de "futuro". Tal vez lo más novedoso se encuentre en conocer que esta es la primera vez que un pabellón japonés en una exposición universal "combina los esfuerzos y la sabiduría" del gobierno japonés y del sector privado. Ello, no tanto por el eventual trasfondo de la crisis económica, sino por lo que pudo, o no, haber incidido el sector privado en la propuesta oficial. Desde la posguerra, la imagen nacional sigue siendo uno de los temas más sensibles para el gobierno japonés, y por ende, uno de los más controlados, vigilados y, por supuesto, manipulados. No obstante la asepsia que se supone para las esposiciones universales, el que la del 2010 tuviera lugar en China, debió significarle, de seguro, una preocupación extra.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Ver e interpretar


El cartel que encabeza este post -datado de hacia 1962 en la “Guide to the Cuban poster collection, 1960-2000” del Online Archive of California- tiene un doble (o acaso triple) interés. El primero, por dar a conocer algunos de los filmes japoneses que se pasaban en Cuba a inicios de los sesenta, así como por lo que de reconsideración dentro del contexto cultural y político de la época puede dejarnos la misma estructura de los ciclos y la elección de los filmes. El segundo, por el propio objetivo del curso, que explicita con ridícula bastedad (francamente hilarante) las intenciones de la enseñanza de la apreciación artística, ideologizadas en los planes de estudios y, como bien se sabe, transmutadas en censura o en juicios políticos a los creadores. El ciclo de Japón lo introduce el profesor y crítico de cine Mario Rodríguez Alemán (o “Mario Rodríguez Alemán Democrático”, como llegaría a apodársele por su tendencia a -y en- la interpretación política de los filmes), y el evento aparece promocionado por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), todavía necesitada del apelativo de “revolucionaria”, y por la entonces Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR). De las cintas japonesas que anuncia el curso creo haber visto únicamente Los siete samuraís, habitual, aparte de por sus virtudes, para explicar el tema de la explotación campesina y la rebeldía de los “desclasados”. Del resto, sin revisar a fondo, sólo advierto la curiosidad de la aparición de Eiji Okada en Hiroshima, actor que se hiciera famoso en occidente por otra cinta casi homónima (y tal vez de contexto similar): Hiroshima mon amour, de Alain Resnais y con guión de Marguerite Duras.

Con respecto al tema de la propaganda política dentro de la enseñanza y la apreciación artística en Cuba, incluyo abajo dos paradigmáticos periódicos murales, encontrados en la misma fuente que el anterior, y pertenecientes a la misma época: aunque ya para el arte no funciona, todavía en el terreno de la admonición y la agitación política es usual, más por vicio que por convicción, semejante retórica. Sobre carteles para los estrenos, y por las cintas japonesas que se proyectaban en Cuba, puede verse la pequeña muestra de gráfica de los años sesenta y setenta recogida en el interesante blog sobre cine japonés Wildground.